10 de marzo de 2004

El periodismo no va bien

Quien decidió dedicarse al periodismo por la fama, el dinero o para estar más cerca del poder y los poderosos, se equivocó de profesión. El domingo murió el corresponsal de Antena 3 en Haití, Ricardo Ortega. Junto a las palabras de homenaje y tristeza, se han leído estos días críticas a la precariedad de la profesión. En efecto, en octubre Ortega fue cesado como corresponsal en Nueva York de Antena 3 por "una presión expresa de La Moncloa", según explica Rafael Poch. "Las crónicas de Ricardo durante la guerra de Irak no habían gustado. Desentonaban con el infame alineamiento del gobierno del PP", continúa Poch. Tras su cese, el periodista pidió una excedencia y con motivo de las revueltas en Haití se trasladó por su propia cuenta y se ofreció a Antena 3 para cubrirlas como free-lance.
También a Julio Anguita Parrado, fallecido durante la guerra de Irak, "en el diario El Mundo le negaron año tras año hacerle fijo, eso que se conoce como 'de plantilla', los mismos que lloraron en primeros planos su muerte ", se lamenta Francisco Medina en una carta al director de El País. Y José Couso, asesinado por disparos estadounidenses también en Irak, era un trabajador autónomo.
Lástima que tengan que producirse estas tristes situaciones para que se hable de la precariedad laboral, que no sólo perjudica a quienes trabajan en esta profesión, sino que también afecta al derecho de la sociedad a estar informada. Una prensa (y unos periodistas) libres e independientes son la mejor garantía para evitar los abusos sobre los ciudadanos. Las malas condiciones laborales de estos profesionales propician, en cambio, "un universo en el que ascienden los disciplinados y conformistas, con poco margen para el espíritu crítico que surge de la honestidad y de la elemental sensibilidad ante la injusticia", en palabras de Poch.

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